Desde hace unos 150 años, al hablar de conceptos económicos nos
referimos a nosotros mismos como “homo economicus”.
La definición oficial (como toda definición oficial, tomada
de wikipedia) dice:
“Homo œconomicus (Hombre económico en latín; transcrito
economicus u oeconomicus) es el concepto utilizado en la escuela neoclásica de
economía para modelizar el comportamiento humano. Esta representación teórica
se comportaría de forma racional ante estímulos económicos siendo capaz de
procesar adecuadamente la información que conoce, y actuar en consecuencia.
Homo economicus se considera racional en el sentido que el
bienestar, tal como se define en la función de utilidad, es optimizado según
las oportunidades percibidas. Es decir, el individuo trata de alcanzar
objetivos muy específicos y predeterminados en la mayor medida posible con el
menor coste posible.”
En resumen, cuando hablamos en términos económicos asumimos
que las personas son racionales y que siempre eligen lo que saben que es mejor
para ellos.
Hasta hace unos 30 o 40 años, todas las críticas a este
modelo apuntaban a decir que se estaba asumiendo que las personas sabían mucha
microeconomía y están plenamente informados antes de tomar decisiones. Otra
crítica está basada en