viernes, 21 de diciembre de 2012

Las Ciclovías, una inversión socialmente rentable







Hace unos días Pablo Allard escribió una columna muy interesante en La Tercera sobre las bicicletas como medio de transporte (se puede ver acá).

Ahí, cita un estudio que dice que en un sector determinado de Santiago, la tasa de crecimiento del flujo de bicicletas en hora punta creció a una tasa de un 19% anual en los últimos años.

Independientemente de la poca representatividad del estudio y de la confiabilidad (que no la conozco), sí creo que el uso de la bicicleta como modo de transporte diario, además de recreativamente, ha aumentado en el último
tiempo. Tanto así, que en las redes sociales es cada vez más común encontrar discusiones entre automovilistas y ciclistas o peatones y ciclistas, por distintas razones. Esto es una muestra de que la convivencia en las calles es difícil, ya que autos, bicicletas y caminata tienen características, flujos y velocidades bien distintas, por lo que su interacción no es tan sencilla.

Lo anterior hace pensar que una buena solución son las ciclovías (al menos en teoría… en la práctica, al menos lo que yo he visto, los peatones igual caminan por las ciclovías teniendo la vereda al lado, y los ciclistas andan por la vereda cuando existe una ciclovía en la vereda de enfrente… esto ocurre constantemente, por ejemplo, en la ciclovía de Presidente Riesco).

Se puede argumentar que, debido al incremento del uso de la bicicleta, se debe aumentar el número de ciclovías. También probablemente haya evidencia que muestre que si se construye más ciclovías, el número de viajes en bici aumente.



El tema es que, en muchos casos, por cómo funciona la inversión pública en Chile, las ciclovías deben evaluarse económicamente y justificar, mediante su rentabilidad, su construcción.

Creo que esto en general es muy bueno. En Sistema Nacional de Inversiones (SNI) es el mejor y más antiguo de Latinoamérica, y probablemente uno de los más desarrollados del mundo. Esto es muy bueno porque permite tener una cierta certeza de que la plata del país se gasta bien. Sin embargo, trae consigo una serie de dificultades, las que se hacen presentes en el caso de las ciclovías.

Pablo Allard dice en su columna que “puede ser que la rentabilidad económica de una ciclovía no sea tan alta…”. Yo creo que la rentabilidad económica de una ciclovía puede ser altísima, sólo que no sabemos bien cómo medir los beneficios sociales que una ciclovía genera.

Además, se debe hacer la distinción de qué se entiende por “beneficio” al estar hablando de una evaluación social de un proyecto. No nos referimos como beneficio a algo que creemos que es bueno para la sociedad, sino que únicamente a algo que crea o ahorra un determinado recurso.

Por ejemplo, el ahorro de combustible es un beneficio, ya que luego ese dinero se puede utilizar en otra cosa. La creación de empleos NO es un beneficio, ya que, si asumimos (aunque no es lo que ocurre normalmente, es lo que dice la teoría económica) que el sueldo refleja lo que produce una persona, la sociedad está igual si esa persona trabaja o no. O un caso más extremo.  Si construimos un hospital, podríamos argumentar que es bueno porque va a generar empleos (doctores). Sin embargo, si en la sociedad todos los doctores están trabajando, lo que va a hacer el hospital es sacar doctores de otro lado, teniendo que pagar más, por lo que finalmente para la sociedad esa creación de empleos es un costo, y no un beneficio.

Retomando el tema de las bicicletas, muchos de los beneficios que se argumenta que genera el uso de la bicicleta, no son en realidad beneficios según la definición anterior.

Algunos de los “beneficios” que no son beneficios, encontrados en la bibliografía:

  • Los que usan bicicletas compran bicicletas, por lo que se genera empleos en las fábricas, tiendas, talleres, etc.
  • La construcción de carreteras es intensiva en el uso de máquinas. La construcción de ciclovías es más intensiva en mano de obra.
  • Aumenta el comercio o el turismo en una determinada zona (esto sólo sería un beneficio si pudiéramos demostrar que no disminuye en otra zona).



Sin embargo, efectivamente hay algunos beneficios:

  • Turismo: si se puede aumentar el turismo atrayendo turistas de otros países. Por ejemplo, en viajeros.com (ver acá) se menciona a Santiago como  una ciudad “bici-friendly” en Latinoamérica. Lo mismo se puede ver en El Mercurio (acá) dice que “Santiago se convirtió en líder latinoamericano de ciclismo urbano”. Si aumenta el número de turistas extranjeros, ingresan más divisas al país, lo que es bueno para la sociedad.
  • Muchos de los impactos mencionados antes, sí pueden traducirse en beneficios. Una de las técnicas es mediante lo que se conoce como “precios hedónicos”, que consiste en medir cuánto cambia el valor de una propiedad por causa de un proyecto. Hay evidencia de que efectivamente al construir ciclovías, las propiedades, tanto comerciales como residenciales, aumentan. Por ejemplo, acá se puede ver un estudio que muestra que en Delaware las propiedades a menos de 50m de la ciclovía subieron en alrededor de un 5% su valor.
  • Además hay otros beneficios que, si bien puede ser muy difícil de medir y valorizar, existen, como, por ejemplo, beneficios a la salud (reduce los gastos en salud), disminuye la congestión, menor contaminación, etc.



Si bien el estudio de precios hedónicos mencionado no es extrapolable a Santiago directamente, esta metodología presenta una forma interesante de calcular el beneficio social que tienen las ciclovías, para que quede claramente demostrado que SÍ son rentables, sepamos cuán rentables son y contemos con un red de ciclovías construidas, no porque creemos que es bueno, ni para que la autoridad dé una señal, sino porque se justifican por su propio mérito.

Para profundizar más sobre los impactos y beneficios de las ciclovías, recomiendo el documento "Bicycling Means Business: The Economic Benefits of Bicycle Infrastructure" que se puede encontrar acá.  

Nota: La foto de arriba de todo es mi bicicleta... una forma de decir que la columna presenta probablemente una opinión, aunque no era mi intención, un poco sesgada.

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