viernes, 24 de agosto de 2012

Un país cachurero



Soy una persona que le cuesta mucho despegarse de algunas cosas. En mi closet se puede encontrar muchas cosas que no deberían estar ahí, como zapatillas rotas, camisas que no uso desde hace más de cinco años o poleras de hace más de diez años.

¿Qué tiene que ver esto con la evaluación de proyectos? La verdad, mucho.

Hace un tiempo vi un proyecto de Metro donde se planteaba la necesidad de arreglar y pintar las paredes de algunas estaciones que habían sufrido daños con el terremoto de 2010. Hasta ahí, todo bien.

El problema es que nunca se me pasó por la cabeza algo que posteriormente causó un gran revuelo en los medios, especialmente en foros dedicados a temas de ciudad o similares.

Se empezó a escuchar una voz, cada vez más fuerte, que decía que Metro estaba destruyendo un patrimonio importante de la ciudad.

Para mí, simplemente se estaba reparando una pared dañada por el terremoto, sacando un revestimiento de azulejos viejo (de hacía unos 30 años) y cambiándolos por algo más barato, que duraría más tiempo y sería más fácil de limpiar.

Para otros, “se trata de obras patrimoniales no sólo por sus diseños característicos, sino también porque están hechos con piezas fabricadas en Chile (en la prestigiosa fábrica IRMIR), cuya calidad y originalidad Metro jamás podrá igualar” (Sebastián Gray en una columna de la revista Vivienda y Decoración).

Creo que es muy importante que las ciudades permanezcan fieles a su pasado, que hay que considerar la historia para pensar en el futuro y que esto tiene un valor para la sociedad, y que dicho valor debe ser recogido en una evaluación social.

Mi duda es dónde trazar la línea que divide lo viejo que hay que cambiar de lo antiguo que hay que conservar. Estoy seguro que Sebastián Gray no hubiera dicho lo mismo si la propuesta de Metro hubiera sido retirar de circulación los trenes NS-74 (de la misma época que los azulejos) y quisieran cambiarlos por unos trenes modernos, más grandes, cómodos, que gastan menos y con aire acondicionado.

Entonces, el problema es que finalmente esto es algo subjetivo. Lo que para algunos es parte de la historia y se debe preservar para las generaciones futuras, para otros es algo que debe renovarse.

Probablemente, todos estaríamos de acuerdo en que si los azulejos de Metro fueran un mosaico romano o bizantino, habría que cuidarlos, ponerlos en un museo y protegerlos del paso del tiempo. Pero algunos pensarán que los mosaicos de hace 30 años son parte relevante de la historia de la ciudad, mientras que otros pensarán que los azulejos era algo que simplemente recubría la pared y que se usaba hace unos años, mientras que ahora hay materiales más modernos que hacen lo mismo pero son más baratos y durables.

Pongo acá los azulejos como un ejemplo, pero esto ocurre con muchas otras cosas. Si ya es suficientemente difícil, al realizar una evaluación social, valorizar algo patrimonial (y en general cualquier otro bien sin mercado), ¿cómo realizar esto cuando para parte de la sociedad es relevante y para parte de la sociedad algo que se debe desechar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario