
Es frecuente escuchar, incluso de parte “connotados personajes”, fuertes cuestionamientos al Sistema Nacional de Inversiones y a sus correspondientes metodologías de evaluación de proyectos.
Entre las críticas más frecuentes se enumeran “la falta de visión social”, “la estrechez de mirada por el desarrollo regional” y la “falta de instrumentos para medir todos los beneficios sociales”. No obstante y aún cuando estas críticas puedan ser bienintencionadas y hechas desde la sana convicción que el sistema no contribuye a mejorar en definitiva la calidad de vida de las personas, denota ciertos desconocimientos conceptuales que esperamos desentrañar en esta breve columna.
En primer lugar, la evaluación de proyectos, independientemente que adoptemos un enfoque de eficiencia o distributivo, es un elemento más en el proceso de decisión y no la decisión en si misma… de esta forma, entrega al policy maker un elemento adicional a considerar; el que sin dudas, tiene valor en la medida en que sea realizado en forma rigurosa, técnica y con honestidad intelectual. En cualquier otro caso, “flaco favor” le hace al tomador de decisiones, privándolo de un sano juicio técnico.
En segundo término, debemos saber – siempre hablando en términos estrictamente técnicos – que